Rodrigo tiene 35 años. Vive en Francia con su novia y está buscando un trabajo ya que el último contrato temporal que tuvo ya se terminó. Llegó en septiembre pasado. Tiene un permiso de residencia de estudiante que expira en un par de meses y para poder renovarlo necesita al menos cinco mil euros en su cuenta y volverse a matricular en algún programa universitario. Otra opción que tiene es encontrar un trabajo que corresponda a su perfil profesional para pasar de estudiante a asalariado. Vive temporalmente en casa de su novia porque la vivienda de la persona que lo alojó hasta hace unas semanas ya no puede hacerlo. Rodrigo dice que, a su edad, ya no quiere seguir estudiando. Le gustaría encontrar un trabajo estable para poder quedarse en Francia y llevar una vida normal. Si no logra encontrar uno, lo más seguro es que se tenga que devolver a su país.
Lina tiene 25 años de los cuales ha pasado seis en Francia. Acaba de terminar un máster y está en una situación similar a la de Rodrigo. La (gran) diferencia es que sus papás le ayudan enviándole dinero desde su país. Además, ha trabajado en un restaurante para ayudarse puesto que no quiere ser una carga para sus papás. Acaba de terminar unas prácticas y no sabe cómo va a hacer para seguir en Francia.
-¿Y tú novio?, le pregunto.
-Bien, gracias, responde irónicamente evadiendo el tema del matrimonio.
-Es que yo no quiero hacer las cosas así, concluye tajantemente. Y ahí sigue. Buscando.
Como estas historias hay miles en Francia, incluyendo la mía. Aunque cada una de ellas presenta características particulares, comparten un hecho fundamental: los protagonistas somos lingüistas latinoamericanos, particularmente, profesores de lenguas (inglés y/o francés o traductores que se volvieron docentes), quienes, al llegar a Francia, tenemos al menos un año de experiencia docente y cinco años de estudio (lingüística, didáctica, psicolingüística, literatura, civilización, psicopedagogía, etc.).
Puesto que Ana me dijo que era profesora de francés y que, empero, le interesaban otros campos profesionales, me vi en la triste obligación de contarle cómo es la vida de profesor de español aquí. Le dije pues que tenía dos opciones: cambiar de carrera desde ahora y estudiar durante cuatro o cinco años hasta sacarse un título y ganar experiencia en otra área, o seguir en el campo de la enseñanza de idiomas, más precisamente del español, y prepararse para estudiar durante al menos cinco años más. Cualquiera que sea su elección, le tocará trabajar en lo que resulte para financiar sus estudios. Si cambia de carrera y de profesión aprovechando que habla al menos dos idiomas es probable que al cabo de tres, cuatro o cinco años, curriculum vitae en mano, encuentre un trabajo que le permita vivir decente e independientemente en este país. Si sigue en el campo de la enseñanza del español y quiere vivir bien en este país, tiene dos opciones: aprobar uno de los dos concursos oficiales (llamados CAPES o Agrégation) para ser funcionaria estatal (así podrá trabajar en secundaria) o hacer una tesis doctoral (probablemente también tenga que aprobar un concurso estatal) para aspirar a ser profesora universitaria. En cualquier caso, tendrá que hacer lo posible por naturalizarse ya que el hecho de no ser europeo pesa muchísimo y dificulta mucho la vida en cualquiera de los países de este continente. A pesar de que no me gusta en absoluto tocar el tema del matrimonio, muchas veces hay que evocarlo dado que esa es la única que queda, con la desazón que eso le pueda causar a muchos.
El problema de no ser europeo
A pesar de que trabajar en secundaria con un contrato fijo es más asequible para nosotros, no es que se nos dé tan fácilmente. La desventaja que tenemos, o más bien, las desventajas (para la gran mayoría), es que al llegar aquí no somos europeos y, en el mejor de los casos, no lo devenimos sino hasta cinco o seis años después de haber puesto los pies en este país por primera vez. Eso impide que podamos ser funcionarios estatales titulares de un puesto en secundaria. Por esa y otras razones tenemos que conformarnos con dar clases en los pocos centros de lenguas que existen, mientras conseguimos la nacionalidad o un permiso de residencia permanente. Bajo esas condiciones, la opción que queda es impartir algunas horas de clase en otras instituciones de educación (universidades, colegios públicos o privados, etc.) que necesitan profesores para misiones ocasionales o temporales. Lo malo de esos trabajos es su precariedad ya que puedes trabajar dos horas o veinte por semana; un año sí y el siguiente no sabes. Y esto no concierne solamente a los latinoamericanos sino también a franceses y españoles por igual.
No obstante, hay tres contratos interesantes y bien pagados, aunque temporales: el de "maître de langue" en ciertas instituciones de educación superior, el de lector en los programas de español de las universidades públicas, y el de ATER, destinado a los doctorandos. Algo importante a saber es que esos puestos, por lo general, solo se pueden ejercer una vez, con lo cual se trata de puestos a término definido. En general, esos trabajos te dan la oportunidad de enriquecer tu curriculum y, si eres avispado, de vivir bien mientras duran, ahorrar, cambiar de permiso de residencia, solicitar la naturalización francesa y acceder al seguro de desempleo. Además, si se tiene un master, la experiencia te deja con buenas opciones de matricularte en estudios de doctorado (incluso hay gente que se financia su doctorado mientras ejerce uno de esos puestos)*.
Salvo errores del sistema (que los hay), si eres estudiante no comunitario (europeo) no puedes aspirar al subsidio de desempleo que te correspondería acabándose tus contratos (en general los profesores con contratos precarios no trabajan durante los tres meses del verano y tienen que vivir de sus ahorros.) Esta situación ha empujado a algunas personas que conozco a tomar caminos diversos. Por ejemplo, aquellos que viven en pareja y tienen un contrato precario, se conforman con ese contrato y viven con la ayuda de su cónyuge. Muchos de ellos siguen estudiando para presentarse al concurso estatal y así conseguir un puesto de profesor titular. Otros simplemente abandonan los estudios y se quedan con esos contratos precarios tratando de renovarlos cada año. He sabido de otros colegas que, por mala suerte, por accidente, por algún descuido o por vivir en pueblos pequeños, perdieron su trabajo como docentes o no pudieron conseguir uno. A casi todos estos les ha tocado cambiar de profesión para poder sobrevivir. En otros casos, sus parejas ven por ellos. Muchos otros han decidido seguir enseñando (o trabajar en lo que sea) para poder financiarse otra carrera mientras terminan su nueva formación. Otros, como yo, hemos decidido apostarle a la educación universitaria y para ello, por regla general, tenemos que ser doctores (y hasta más).
Los concursos estatales
Para ser profesor titular se necesita aprobar uno de los dos concursos estatales (el CAPES o la Agrégation) y para prepararnos los licenciados latinoamericanos en enseñanza de lenguas tenemos que volver a la universidad. Muchos de los que tenemos la nacionalidad nos podemos matricular directamente en la formación que nos prepara al concurso. Otros lo hacen en la carrera de filología española. Estos últimos empiezan una nueva carrera prácticamente de cero. Todo esto es lo normal ya que si queremos integrarnos en el sistema y enseñar adecuadamente en Francia, la universidad es paso obligado dado que nuestros conocimientos del contexto y nuestra formación previa, aunque muy buenos, son insuficientes a la hora de presentar los concursos estatales y ejercer la profesión de docente en este país. Asimismo, los docentes latinoamericanos tenemos tres grandes inconvenientes (a parte del obstáculo de no ser europeos). Por un lado, en general durante los primeros años no conocemos bien el sistema educativo y de enseñanza/aprendizaje del español. Por otro, nuestro nivel de lengua es bueno pero, en general, no es el esperado por los examinadores. Y, por último, tenemos una fuerte formación pedagógica y psicolingüística. Suena paradójico que este último punto sea un inconveniente cuando en otros países sería una ventaja. La razón por la cual no lo es radica en que los concursos estatales no buscan medir las capacidades pedagógicas del aspirante sino, principalmente, sus conocimientos lingüísticos, culturales y metodológicos. Estos concursos están basados en un principio republicano que impone la igualdad de todos los ciudadanos-aspirantes ante el Estado. Por esta razón, poco importa que uno lleve en la profesión quince años o ninguno, o que haya estudiado diez años o cinco. Por consiguiente, como todos los candidatos son iguales ante la ley, lo que importa a la hora de presentarse al concurso no es tanto la experiencia, la formación o la vocación pedagógica sino los resultados de las pruebas (traducción, literatura, civilización, examen oral, etc.), aunque hay un concurso especial para aquellos candidatos que ya tienen cierta experiencia en la educación pública francesa.
Adicionalmente, el examen es bastante difícil. Personalmente, conozco franceses y latinoamericanos que lo han presentado más de tres veces (tres años) consecutivas sin éxito. Muchos de ellos al final lo abandonan todo porque ya han entrado en una edad que no les permite darse el lujo de seguir estudiando. Quieren trabajar. En resumidas cuentas, repito, si los docentes latinoamericanos deseamos presentarnos a los concursos estatales, debemos dejar de lado la didáctica (temporalmente, afortunadamente) para dedicarnos con ahínco a estudiar, a veces desde cero, la carrera de filología hispánica (lingüística, civilización, traducción, literatura, historia, etc.), que es, en buena parte, algo nuevo para nosotros.
Ser profesor universitario
En el caso del doctorado en ciencias sociales, que permite volverse profesor universitario, bien sabido es que es un trabajo arduo, constante, largo y muy poco financiado por el Estado u otros organismos públicos o privados. Además, según me han informado recientemente, para obtener un puesto de profesor de español en una universidad en Francia dentro de poco habrá que tener no solo publicaciones y experiencia docente sino también uno de los dos concursos estatales evocados más arriba. Con lo cual, es probable que después de la tesis sea igualmente menester volver a la universidad para preparar los concursos.
Así pues, ¿cuánto tiempo puede tomar un latinoamericano en superar todas estas pruebas? ¿Cuántos llegan hasta el final y cuántos abandonan la idea de ser profesores de español? ¿Cuántos se conforman con los empleos precarios?
Por todo lo que he vivido y visto en estos nueve años, con tristeza me vi en la obligación de contarle la realidad de la vida de profesor a Ana, quien acaba de llegar. Será ella quien decida qué hacer en función de sus sueños, tenacidad, posibilidades y suerte.
La nota positiva de todo esto es que felizmente, hay Rodrigos, Linas y Anas que han podido ejercer su oficio de docentes de español que les permiten llevar una vida independiente y digna en este país. Para ellos y para todos los demás que luchan aquí día tras día, un saludo y un homenaje ya que al fin y al cabo (y creo que Gabo estaría de acuerdo conmigo) no solo a los colombianos sino a todos los latinoamericanos “la virtud que nos salva es que no nos dejamos morir de hambre por obra y gracia de la imaginación creadora, porque hemos sabido ser faquires en la India, maestros de inglés en Nueva York o camelleros en el Sahara.” **
SOG
* Estos trabajos igualmente te sirven para presentarte, si cumples con una serie de requisitos especiales, a un concurso estatal especial para docentes con experiencia pedagógica, un poco más centrado en la práctica docente.
** “Unos cinco millones de colombianos que hoy viven en el exterior huyendo de las desgracias nativas sin más armas o escudos que su temeridad o su ingenio, han demostrado que aquellas malicias prehistóricas siguen vivas dentro de nosotros, por las buenas o las malas razones para sobrevivir. La virtud que nos salva es que no nos dejamos morir de hambre por obra y gracia de la imaginación creadora, porque hemos sabido ser faquires en la India, maestros de inglés en Nueva York o camelleros en el Sahara.”
Gabriel García Márquez
Extracto de La Patria Amada Aunque Distante (ensayo enviado desde México el 18 de mayo de 2003 en homenaje a los 200 años de la Universidad de Antioquia)
PS: Los casos aquí mencionados, aunque numerosos, no deben ser generalizables ni generalizados. La información aquí suministrada es solo un esbozo de lo que yo he visto y seguramente hay datos desactualizados o inexactos. Para mayores detalles, habrá que informarse a fondo sobre cada uno de los puntos aquí mencionados e indagar en los testimonios de otros docentes latinoamericanos.
Lina tiene 25 años de los cuales ha pasado seis en Francia. Acaba de terminar un máster y está en una situación similar a la de Rodrigo. La (gran) diferencia es que sus papás le ayudan enviándole dinero desde su país. Además, ha trabajado en un restaurante para ayudarse puesto que no quiere ser una carga para sus papás. Acaba de terminar unas prácticas y no sabe cómo va a hacer para seguir en Francia.
-¿Y tú novio?, le pregunto.
-Bien, gracias, responde irónicamente evadiendo el tema del matrimonio.
-Es que yo no quiero hacer las cosas así, concluye tajantemente. Y ahí sigue. Buscando.
Como estas historias hay miles en Francia, incluyendo la mía. Aunque cada una de ellas presenta características particulares, comparten un hecho fundamental: los protagonistas somos lingüistas latinoamericanos, particularmente, profesores de lenguas (inglés y/o francés o traductores que se volvieron docentes), quienes, al llegar a Francia, tenemos al menos un año de experiencia docente y cinco años de estudio (lingüística, didáctica, psicolingüística, literatura, civilización, psicopedagogía, etc.).
Puesto que Ana me dijo que era profesora de francés y que, empero, le interesaban otros campos profesionales, me vi en la triste obligación de contarle cómo es la vida de profesor de español aquí. Le dije pues que tenía dos opciones: cambiar de carrera desde ahora y estudiar durante cuatro o cinco años hasta sacarse un título y ganar experiencia en otra área, o seguir en el campo de la enseñanza de idiomas, más precisamente del español, y prepararse para estudiar durante al menos cinco años más. Cualquiera que sea su elección, le tocará trabajar en lo que resulte para financiar sus estudios. Si cambia de carrera y de profesión aprovechando que habla al menos dos idiomas es probable que al cabo de tres, cuatro o cinco años, curriculum vitae en mano, encuentre un trabajo que le permita vivir decente e independientemente en este país. Si sigue en el campo de la enseñanza del español y quiere vivir bien en este país, tiene dos opciones: aprobar uno de los dos concursos oficiales (llamados CAPES o Agrégation) para ser funcionaria estatal (así podrá trabajar en secundaria) o hacer una tesis doctoral (probablemente también tenga que aprobar un concurso estatal) para aspirar a ser profesora universitaria. En cualquier caso, tendrá que hacer lo posible por naturalizarse ya que el hecho de no ser europeo pesa muchísimo y dificulta mucho la vida en cualquiera de los países de este continente. A pesar de que no me gusta en absoluto tocar el tema del matrimonio, muchas veces hay que evocarlo dado que esa es la única que queda, con la desazón que eso le pueda causar a muchos.
El problema de no ser europeo
A pesar de que trabajar en secundaria con un contrato fijo es más asequible para nosotros, no es que se nos dé tan fácilmente. La desventaja que tenemos, o más bien, las desventajas (para la gran mayoría), es que al llegar aquí no somos europeos y, en el mejor de los casos, no lo devenimos sino hasta cinco o seis años después de haber puesto los pies en este país por primera vez. Eso impide que podamos ser funcionarios estatales titulares de un puesto en secundaria. Por esa y otras razones tenemos que conformarnos con dar clases en los pocos centros de lenguas que existen, mientras conseguimos la nacionalidad o un permiso de residencia permanente. Bajo esas condiciones, la opción que queda es impartir algunas horas de clase en otras instituciones de educación (universidades, colegios públicos o privados, etc.) que necesitan profesores para misiones ocasionales o temporales. Lo malo de esos trabajos es su precariedad ya que puedes trabajar dos horas o veinte por semana; un año sí y el siguiente no sabes. Y esto no concierne solamente a los latinoamericanos sino también a franceses y españoles por igual.
No obstante, hay tres contratos interesantes y bien pagados, aunque temporales: el de "maître de langue" en ciertas instituciones de educación superior, el de lector en los programas de español de las universidades públicas, y el de ATER, destinado a los doctorandos. Algo importante a saber es que esos puestos, por lo general, solo se pueden ejercer una vez, con lo cual se trata de puestos a término definido. En general, esos trabajos te dan la oportunidad de enriquecer tu curriculum y, si eres avispado, de vivir bien mientras duran, ahorrar, cambiar de permiso de residencia, solicitar la naturalización francesa y acceder al seguro de desempleo. Además, si se tiene un master, la experiencia te deja con buenas opciones de matricularte en estudios de doctorado (incluso hay gente que se financia su doctorado mientras ejerce uno de esos puestos)*.
Salvo errores del sistema (que los hay), si eres estudiante no comunitario (europeo) no puedes aspirar al subsidio de desempleo que te correspondería acabándose tus contratos (en general los profesores con contratos precarios no trabajan durante los tres meses del verano y tienen que vivir de sus ahorros.) Esta situación ha empujado a algunas personas que conozco a tomar caminos diversos. Por ejemplo, aquellos que viven en pareja y tienen un contrato precario, se conforman con ese contrato y viven con la ayuda de su cónyuge. Muchos de ellos siguen estudiando para presentarse al concurso estatal y así conseguir un puesto de profesor titular. Otros simplemente abandonan los estudios y se quedan con esos contratos precarios tratando de renovarlos cada año. He sabido de otros colegas que, por mala suerte, por accidente, por algún descuido o por vivir en pueblos pequeños, perdieron su trabajo como docentes o no pudieron conseguir uno. A casi todos estos les ha tocado cambiar de profesión para poder sobrevivir. En otros casos, sus parejas ven por ellos. Muchos otros han decidido seguir enseñando (o trabajar en lo que sea) para poder financiarse otra carrera mientras terminan su nueva formación. Otros, como yo, hemos decidido apostarle a la educación universitaria y para ello, por regla general, tenemos que ser doctores (y hasta más).
Los concursos estatales
Para ser profesor titular se necesita aprobar uno de los dos concursos estatales (el CAPES o la Agrégation) y para prepararnos los licenciados latinoamericanos en enseñanza de lenguas tenemos que volver a la universidad. Muchos de los que tenemos la nacionalidad nos podemos matricular directamente en la formación que nos prepara al concurso. Otros lo hacen en la carrera de filología española. Estos últimos empiezan una nueva carrera prácticamente de cero. Todo esto es lo normal ya que si queremos integrarnos en el sistema y enseñar adecuadamente en Francia, la universidad es paso obligado dado que nuestros conocimientos del contexto y nuestra formación previa, aunque muy buenos, son insuficientes a la hora de presentar los concursos estatales y ejercer la profesión de docente en este país. Asimismo, los docentes latinoamericanos tenemos tres grandes inconvenientes (a parte del obstáculo de no ser europeos). Por un lado, en general durante los primeros años no conocemos bien el sistema educativo y de enseñanza/aprendizaje del español. Por otro, nuestro nivel de lengua es bueno pero, en general, no es el esperado por los examinadores. Y, por último, tenemos una fuerte formación pedagógica y psicolingüística. Suena paradójico que este último punto sea un inconveniente cuando en otros países sería una ventaja. La razón por la cual no lo es radica en que los concursos estatales no buscan medir las capacidades pedagógicas del aspirante sino, principalmente, sus conocimientos lingüísticos, culturales y metodológicos. Estos concursos están basados en un principio republicano que impone la igualdad de todos los ciudadanos-aspirantes ante el Estado. Por esta razón, poco importa que uno lleve en la profesión quince años o ninguno, o que haya estudiado diez años o cinco. Por consiguiente, como todos los candidatos son iguales ante la ley, lo que importa a la hora de presentarse al concurso no es tanto la experiencia, la formación o la vocación pedagógica sino los resultados de las pruebas (traducción, literatura, civilización, examen oral, etc.), aunque hay un concurso especial para aquellos candidatos que ya tienen cierta experiencia en la educación pública francesa.
Adicionalmente, el examen es bastante difícil. Personalmente, conozco franceses y latinoamericanos que lo han presentado más de tres veces (tres años) consecutivas sin éxito. Muchos de ellos al final lo abandonan todo porque ya han entrado en una edad que no les permite darse el lujo de seguir estudiando. Quieren trabajar. En resumidas cuentas, repito, si los docentes latinoamericanos deseamos presentarnos a los concursos estatales, debemos dejar de lado la didáctica (temporalmente, afortunadamente) para dedicarnos con ahínco a estudiar, a veces desde cero, la carrera de filología hispánica (lingüística, civilización, traducción, literatura, historia, etc.), que es, en buena parte, algo nuevo para nosotros.
Ser profesor universitario
En el caso del doctorado en ciencias sociales, que permite volverse profesor universitario, bien sabido es que es un trabajo arduo, constante, largo y muy poco financiado por el Estado u otros organismos públicos o privados. Además, según me han informado recientemente, para obtener un puesto de profesor de español en una universidad en Francia dentro de poco habrá que tener no solo publicaciones y experiencia docente sino también uno de los dos concursos estatales evocados más arriba. Con lo cual, es probable que después de la tesis sea igualmente menester volver a la universidad para preparar los concursos.
Así pues, ¿cuánto tiempo puede tomar un latinoamericano en superar todas estas pruebas? ¿Cuántos llegan hasta el final y cuántos abandonan la idea de ser profesores de español? ¿Cuántos se conforman con los empleos precarios?
Por todo lo que he vivido y visto en estos nueve años, con tristeza me vi en la obligación de contarle la realidad de la vida de profesor a Ana, quien acaba de llegar. Será ella quien decida qué hacer en función de sus sueños, tenacidad, posibilidades y suerte.
La nota positiva de todo esto es que felizmente, hay Rodrigos, Linas y Anas que han podido ejercer su oficio de docentes de español que les permiten llevar una vida independiente y digna en este país. Para ellos y para todos los demás que luchan aquí día tras día, un saludo y un homenaje ya que al fin y al cabo (y creo que Gabo estaría de acuerdo conmigo) no solo a los colombianos sino a todos los latinoamericanos “la virtud que nos salva es que no nos dejamos morir de hambre por obra y gracia de la imaginación creadora, porque hemos sabido ser faquires en la India, maestros de inglés en Nueva York o camelleros en el Sahara.” **
SOG
* Estos trabajos igualmente te sirven para presentarte, si cumples con una serie de requisitos especiales, a un concurso estatal especial para docentes con experiencia pedagógica, un poco más centrado en la práctica docente.
** “Unos cinco millones de colombianos que hoy viven en el exterior huyendo de las desgracias nativas sin más armas o escudos que su temeridad o su ingenio, han demostrado que aquellas malicias prehistóricas siguen vivas dentro de nosotros, por las buenas o las malas razones para sobrevivir. La virtud que nos salva es que no nos dejamos morir de hambre por obra y gracia de la imaginación creadora, porque hemos sabido ser faquires en la India, maestros de inglés en Nueva York o camelleros en el Sahara.”
Gabriel García Márquez
Extracto de La Patria Amada Aunque Distante (ensayo enviado desde México el 18 de mayo de 2003 en homenaje a los 200 años de la Universidad de Antioquia)
PS: Los casos aquí mencionados, aunque numerosos, no deben ser generalizables ni generalizados. La información aquí suministrada es solo un esbozo de lo que yo he visto y seguramente hay datos desactualizados o inexactos. Para mayores detalles, habrá que informarse a fondo sobre cada uno de los puntos aquí mencionados e indagar en los testimonios de otros docentes latinoamericanos.