2011, año internacional afro
Por estos días como si la el “universo conspirara” para que yo escribiera estas líneas, me he encontrado con varias cosas y hechos que me motivan a ponerme delante de mi computador para escribir sobre negros desde Europa. Mientras escribo escucho la voz de Diana Uribe en su programa La Historia del Mundo de Caracol radio (uno de los poquísimos programas que encuentro excelentes en la radio colombiana), interrumpida por varios ritmos musicales africanos, quien nos cuenta, entre una canción y otra, cómo se dio la abolición de la esclavitud en el mundo a partir de 1807. Fue Inglaterra, que poseía colonias en medio mundo, quien, por fin, se dio a la tarea de acabar con ese flagelo.
Empecemos por lo primero. En el concierto de Juanes en Barcelona el pasado 19 de julio, éste, al cantar una de las dos canciones del difunto Joe Arroyo que ya son insignia en sus conciertos, hizo un pequeño homenaje al difunto de esta manera: “yo sé que muchos saben, pero bueno… en este momento el maestro Joe Arroyo ya está viviendo por allá un momento difícil de su vida, y desde aquí desde Barcelona un homenaje bien sincero pa’ ese man tan teso [euforia de la gente] que nos ha hecho tan felices siempre”. No sé si a toda Colombia le gustara la persona de JA (poco conocida, al menos para mí) pero muchos sí disfrutamos de su música, y mucho más cuando a Juanes se le ocurrió hacer versiones rock-pop de dos de sus mejores canciones: la noche y la rebelión (http://www.youtube.com/watch?v=Nhtn3HROvgA). Joe era afrodescendiente, o negro, como se dice en Colombia (de buena o mala manera (racista), según la entonación y lo que vaya antes y después de esta palabra). La canción rebelión me gusta mucho en las dos versiones que tenemos actualmente. La rockera, que seguramente a más de un extranjero le habrá causado curiosidad y que, para mí, fue una excelente manera de hacer conocer a Joe en el extranjero (me parece que solo los salseros extranjeros lo conocen), y la salsera, que es la versión original, la que conocemos en Colombia y América latina desde que estábamos “chiquitos”. Esa canción, rebelión, trata pues de la esclavitud y si uno le quita la música (y la euforia del baile) y se sienta a leer solo la letra, se da cuenta de que Colombia sufrió, y mucho, por lo que fue esa vergonzosa catástrofe de la esclavitud. Dice Diana Uribe que los esclavos negros al llegar (como mano de obra, después de que casi todo los indígenas del continente hubiesen sido aniquilados) al primer país de América, Brasil, encadenados, desnudos, rechazados y deshidratados, no se los trataba como a los blancos, ni siquiera como a humanos. Para integrarse desarrollaron un baile “parecido a un ballet” y que en realidad son artes marciales, una danza de defensa. Es el capoeira. “Cada uno de los pueblos de África va a resolver la tragedia de la esclavitud de una manera diferente”, dice Uribe. El zouk (es parecido la champeta en Colombia) en Haití, el guaguancó en Cuba, la samba en Brasil… Resultado final de la combinación de las músicas autóctonas de ambos continentes.
Y con Joe y el Grupo Niche (“Buenaventura y Caney… donde el negro solo solito se liberó, rienda suelta al sabor y al tambor le dio”), podemos ver, en música, una parte del capítulo escrito en Colombia. Pero no solo la salsa o el son, imposibles sin la percusión africana, son portadores de los mensajes de los afrodescendientes, sino también la música de Chocquibtown. Nada más ayer pude ver el video de su canción De donde vengo yo (http://www.youtube.com/watch?v=yMS4J6Gp6e4) que narra ya no solo los terrores del racismo del sigo XVI sino del del siglo XXI, el actual, el que se mezcló con el resto de las tragedias que asolan a Colombia desde hace siglos y especialmente a esa región chocoana (departamento de Chocó, como chocolate…), especialmente abandonada, uno de los departamentos más miserables de la rica Colombia. Y a pesar de todo, por lo que transmiten sus letras, esos pueblos siguen tan alegres como lo eran sus ancestros antes de llegar a esas lejanas tierras.
Por otro lado, el deporte me hizo pensar en otras historias de negros. Hace unos días me volví a entusiasmar con la Selección Colombia de fútbol (después de la decepción de la pasada Copa América, en Argentina). Me conmovió enterarme de que Colombia, en el mundial de fútbol sub 20 que se celebra en ese país, venció nada menos que a Francia. Los dos países que han marcado mi vida jugaron y “los cafeteros” ganaron. Me alegré mucho. Al ser muchachos tan jóvenes y talentosos, y al ver tantos negros en la cancha, me dio mucha curiosidad saber quiénes eran y de dónde venían, pues a casi nadie conocía. Primero, pensé en los franceses y en cómo habrían sido acogidos en Colombia. Recuerdo que el primer día que puse un pie en Francia, sin salir siquiera del aeropuerto, me sorprendió muchísimo ver a una negra como de dos metros, delgada, caminando por una de los corredores del aeropuerto. Y no es que no hubiera yo visto nunca un negro (como la abuela -pueblerina- de una amiga polaca que al ver a un negro francés amigo de su nieta pensó que era el diablo…). Negros (morenos, como les decimos con cariño) y mulatos hay muchos, muchísimos en Colombia. Así que no era eso. Bueno, esta negra era muy alta y tenía unos rasgos que yo nunca había visto. Además, vestía como si estuviera en un desfile de moda. A pesar de que yo había estudiado civilización francesa y de que me interesaba mucho ese país, no sabía, a mis 21 añitos, que por cuestiones históricas había muchos negros y “árabes” en Francia. O más bien, sí lo sabía a grandes rasgos, pero nunca lo había vivido de verdad (igual me pasó al ver mujeres musulmanas en las calles europeas, cubiertas casi de pies a cabeza). El caso es que en Colombia, y quizá en otras partes del mundo, a mis veinte años creía que todos los franceses eran altos, blancos y rubios. Cosa que no es cierta. Por ejemplo, una profesora francesa de origen marroquí (sus padres nacieron en Marruecos pero ella nació en Francia) me dijo que fue a Chile y que no le creían, por ser morena, cuando decía que era francesa. Yo me pregunto pues, qué pensarán en Colombia cuando ven por televisión al Presidente francés rodeado de su equipo de gobierno, todos blancos y de ojos verdes, y cuando ven que en equipo fútbol hay al menos cuatro o cinco negros de dos metros y pico. ¿Comparan las dos imágenes? A Evo Morales, y es otro ejemplo, lo vemos bien “indio”, pero representa bien la población de su país (que merece respeto). Dicen que los equipos de fútbol son los que mejor representan la población de un país. Al menos en América latina creo que esa apreciación es acertada. En Colombia la mitad de la selección nacional, y a veces más, es negra. Y eso a nadie le molesta. Hacen parte integral de nuestra sociedad, en el deporte y en la calle. Lástima que aún a muchos se los trate mal. En Francia los negros (y no son los únicos) son muy discriminados en casi todas partes, salvo en el deporte, claro. Si ellos (los Makelele o los Zidane, apellidos no franceses) hacen que ganen campeonatos y medallas, no se los toca. Sin embargo, algunos políticos racistas de derecha ya están pidiendo, no sin levantar ampolla, que “haya más blancos en el equipo de fútbol para representar mejor lo que es de verdad Francia”. Qué tal. Pero, claro, es que un extranjero, sobre todo de fuera de Europa, al ver a un equipo como Francia con más de cuatro negros (o árabes, que son las comunidades más presentes aquí) apellidados Sunu, Kakuta, Koulibali pensaría que forman parte integral de la sociedad. Pero no. Lo que podría sorprender es por qué casi siempre a éstos solo se los ve en el ámbito deportivo. ¿Cómo es el racismo en Francia? La respuesta no se la puedo dar. Les queda de tarea, si les interesa.
Por último, para terminar este tema de la esclavitud y de los negros, decía Diana Uribe que los esclavos de América estaban aislados, separados, no tenían una “familia nuclear”. Todos podían ser separados y vendidos en cualquier momento. Por eso entre ellos se empezaron a llamar “hermano”, “brother”, aunque no lo fueran de sangre. Eso en Colombia lo conocemos porque se extendió a todo el mundo. “¿Kuibo, hermano? ¿Cómo va?”
Al ver el partido Francia y Malí me decía que los jugadores negros de ambos bandos podían hablar en una misma lengua que los une y los separa: el francés (lengua del colonizador europeo). ¿Qué pasaría por sus cabezas? El negro francés (aunque nadie sabe que a lo mejor tiene dos nacionalidades, como yo) podría decirle a su rival: “Hermano, somos negros, con la mera mirada nos entendemos. Venimos del mismo continente, pero por azares de la vida yo tengo pasaporte europeo (y a lo mejor africano) y tú (solo) africano. Allez, bonne chance ! (¡Bueno, suerte!). Pero hay algo más terrible y fascinante aún. “Cuando uno está en el extranjero”, me decía un amigo colombiano, y lo confirmo aunque la euforia se da sobre todo los primeros años, “uno ve a un latino o a un colombiano y uno lo identifica casi sin tener que hablar con él. Uno se le quiere acercar, invitarlo, tirársele encima de la alegría”. Yo que soy tan curioso me pregunto qué pasaría por la cabeza de un negro de Chocó, de Turbo o de Cartagena, al tener enfrente a esos 11 negros de Malí? Los separa un océano y una lengua, pero los une todo el resto.
Santiago
PD: nuestro gobierno tampoco es que sea muy representativo de la problación...
Por estos días como si la el “universo conspirara” para que yo escribiera estas líneas, me he encontrado con varias cosas y hechos que me motivan a ponerme delante de mi computador para escribir sobre negros desde Europa. Mientras escribo escucho la voz de Diana Uribe en su programa La Historia del Mundo de Caracol radio (uno de los poquísimos programas que encuentro excelentes en la radio colombiana), interrumpida por varios ritmos musicales africanos, quien nos cuenta, entre una canción y otra, cómo se dio la abolición de la esclavitud en el mundo a partir de 1807. Fue Inglaterra, que poseía colonias en medio mundo, quien, por fin, se dio a la tarea de acabar con ese flagelo.
Empecemos por lo primero. En el concierto de Juanes en Barcelona el pasado 19 de julio, éste, al cantar una de las dos canciones del difunto Joe Arroyo que ya son insignia en sus conciertos, hizo un pequeño homenaje al difunto de esta manera: “yo sé que muchos saben, pero bueno… en este momento el maestro Joe Arroyo ya está viviendo por allá un momento difícil de su vida, y desde aquí desde Barcelona un homenaje bien sincero pa’ ese man tan teso [euforia de la gente] que nos ha hecho tan felices siempre”. No sé si a toda Colombia le gustara la persona de JA (poco conocida, al menos para mí) pero muchos sí disfrutamos de su música, y mucho más cuando a Juanes se le ocurrió hacer versiones rock-pop de dos de sus mejores canciones: la noche y la rebelión (http://www.youtube.com/watch?v=Nhtn3HROvgA). Joe era afrodescendiente, o negro, como se dice en Colombia (de buena o mala manera (racista), según la entonación y lo que vaya antes y después de esta palabra). La canción rebelión me gusta mucho en las dos versiones que tenemos actualmente. La rockera, que seguramente a más de un extranjero le habrá causado curiosidad y que, para mí, fue una excelente manera de hacer conocer a Joe en el extranjero (me parece que solo los salseros extranjeros lo conocen), y la salsera, que es la versión original, la que conocemos en Colombia y América latina desde que estábamos “chiquitos”. Esa canción, rebelión, trata pues de la esclavitud y si uno le quita la música (y la euforia del baile) y se sienta a leer solo la letra, se da cuenta de que Colombia sufrió, y mucho, por lo que fue esa vergonzosa catástrofe de la esclavitud. Dice Diana Uribe que los esclavos negros al llegar (como mano de obra, después de que casi todo los indígenas del continente hubiesen sido aniquilados) al primer país de América, Brasil, encadenados, desnudos, rechazados y deshidratados, no se los trataba como a los blancos, ni siquiera como a humanos. Para integrarse desarrollaron un baile “parecido a un ballet” y que en realidad son artes marciales, una danza de defensa. Es el capoeira. “Cada uno de los pueblos de África va a resolver la tragedia de la esclavitud de una manera diferente”, dice Uribe. El zouk (es parecido la champeta en Colombia) en Haití, el guaguancó en Cuba, la samba en Brasil… Resultado final de la combinación de las músicas autóctonas de ambos continentes.
Y con Joe y el Grupo Niche (“Buenaventura y Caney… donde el negro solo solito se liberó, rienda suelta al sabor y al tambor le dio”), podemos ver, en música, una parte del capítulo escrito en Colombia. Pero no solo la salsa o el son, imposibles sin la percusión africana, son portadores de los mensajes de los afrodescendientes, sino también la música de Chocquibtown. Nada más ayer pude ver el video de su canción De donde vengo yo (http://www.youtube.com/watch?v=yMS4J6Gp6e4) que narra ya no solo los terrores del racismo del sigo XVI sino del del siglo XXI, el actual, el que se mezcló con el resto de las tragedias que asolan a Colombia desde hace siglos y especialmente a esa región chocoana (departamento de Chocó, como chocolate…), especialmente abandonada, uno de los departamentos más miserables de la rica Colombia. Y a pesar de todo, por lo que transmiten sus letras, esos pueblos siguen tan alegres como lo eran sus ancestros antes de llegar a esas lejanas tierras.
Por otro lado, el deporte me hizo pensar en otras historias de negros. Hace unos días me volví a entusiasmar con la Selección Colombia de fútbol (después de la decepción de la pasada Copa América, en Argentina). Me conmovió enterarme de que Colombia, en el mundial de fútbol sub 20 que se celebra en ese país, venció nada menos que a Francia. Los dos países que han marcado mi vida jugaron y “los cafeteros” ganaron. Me alegré mucho. Al ser muchachos tan jóvenes y talentosos, y al ver tantos negros en la cancha, me dio mucha curiosidad saber quiénes eran y de dónde venían, pues a casi nadie conocía. Primero, pensé en los franceses y en cómo habrían sido acogidos en Colombia. Recuerdo que el primer día que puse un pie en Francia, sin salir siquiera del aeropuerto, me sorprendió muchísimo ver a una negra como de dos metros, delgada, caminando por una de los corredores del aeropuerto. Y no es que no hubiera yo visto nunca un negro (como la abuela -pueblerina- de una amiga polaca que al ver a un negro francés amigo de su nieta pensó que era el diablo…). Negros (morenos, como les decimos con cariño) y mulatos hay muchos, muchísimos en Colombia. Así que no era eso. Bueno, esta negra era muy alta y tenía unos rasgos que yo nunca había visto. Además, vestía como si estuviera en un desfile de moda. A pesar de que yo había estudiado civilización francesa y de que me interesaba mucho ese país, no sabía, a mis 21 añitos, que por cuestiones históricas había muchos negros y “árabes” en Francia. O más bien, sí lo sabía a grandes rasgos, pero nunca lo había vivido de verdad (igual me pasó al ver mujeres musulmanas en las calles europeas, cubiertas casi de pies a cabeza). El caso es que en Colombia, y quizá en otras partes del mundo, a mis veinte años creía que todos los franceses eran altos, blancos y rubios. Cosa que no es cierta. Por ejemplo, una profesora francesa de origen marroquí (sus padres nacieron en Marruecos pero ella nació en Francia) me dijo que fue a Chile y que no le creían, por ser morena, cuando decía que era francesa. Yo me pregunto pues, qué pensarán en Colombia cuando ven por televisión al Presidente francés rodeado de su equipo de gobierno, todos blancos y de ojos verdes, y cuando ven que en equipo fútbol hay al menos cuatro o cinco negros de dos metros y pico. ¿Comparan las dos imágenes? A Evo Morales, y es otro ejemplo, lo vemos bien “indio”, pero representa bien la población de su país (que merece respeto). Dicen que los equipos de fútbol son los que mejor representan la población de un país. Al menos en América latina creo que esa apreciación es acertada. En Colombia la mitad de la selección nacional, y a veces más, es negra. Y eso a nadie le molesta. Hacen parte integral de nuestra sociedad, en el deporte y en la calle. Lástima que aún a muchos se los trate mal. En Francia los negros (y no son los únicos) son muy discriminados en casi todas partes, salvo en el deporte, claro. Si ellos (los Makelele o los Zidane, apellidos no franceses) hacen que ganen campeonatos y medallas, no se los toca. Sin embargo, algunos políticos racistas de derecha ya están pidiendo, no sin levantar ampolla, que “haya más blancos en el equipo de fútbol para representar mejor lo que es de verdad Francia”. Qué tal. Pero, claro, es que un extranjero, sobre todo de fuera de Europa, al ver a un equipo como Francia con más de cuatro negros (o árabes, que son las comunidades más presentes aquí) apellidados Sunu, Kakuta, Koulibali pensaría que forman parte integral de la sociedad. Pero no. Lo que podría sorprender es por qué casi siempre a éstos solo se los ve en el ámbito deportivo. ¿Cómo es el racismo en Francia? La respuesta no se la puedo dar. Les queda de tarea, si les interesa.
Por último, para terminar este tema de la esclavitud y de los negros, decía Diana Uribe que los esclavos de América estaban aislados, separados, no tenían una “familia nuclear”. Todos podían ser separados y vendidos en cualquier momento. Por eso entre ellos se empezaron a llamar “hermano”, “brother”, aunque no lo fueran de sangre. Eso en Colombia lo conocemos porque se extendió a todo el mundo. “¿Kuibo, hermano? ¿Cómo va?”
Al ver el partido Francia y Malí me decía que los jugadores negros de ambos bandos podían hablar en una misma lengua que los une y los separa: el francés (lengua del colonizador europeo). ¿Qué pasaría por sus cabezas? El negro francés (aunque nadie sabe que a lo mejor tiene dos nacionalidades, como yo) podría decirle a su rival: “Hermano, somos negros, con la mera mirada nos entendemos. Venimos del mismo continente, pero por azares de la vida yo tengo pasaporte europeo (y a lo mejor africano) y tú (solo) africano. Allez, bonne chance ! (¡Bueno, suerte!). Pero hay algo más terrible y fascinante aún. “Cuando uno está en el extranjero”, me decía un amigo colombiano, y lo confirmo aunque la euforia se da sobre todo los primeros años, “uno ve a un latino o a un colombiano y uno lo identifica casi sin tener que hablar con él. Uno se le quiere acercar, invitarlo, tirársele encima de la alegría”. Yo que soy tan curioso me pregunto qué pasaría por la cabeza de un negro de Chocó, de Turbo o de Cartagena, al tener enfrente a esos 11 negros de Malí? Los separa un océano y una lengua, pero los une todo el resto.
Santiago
PD: nuestro gobierno tampoco es que sea muy representativo de la problación...