Una vez más la actualidad nacional e internacional me motiva a escribir sobre un tema que me concierne directamente: la educación. Y es que este año, ¿quién no ha escuchado hablar de los indignados? Al ver lo que está pasando en el mundo y sobre todo en Colombia unos se pregunta: ¿Dónde están los indignados colombianos? Si hay un país que se deba indignar, es el nuestro, pero al parecer siempre son los mismos los que ponen la cara, los que por obligación o por convicción han vencido el miedo a sabiendas de que podrían pasar a engrosar las listas de los asesinados y desaparecidos del país. Sin embargo, esta semana vi un video que demuestra que mucha gente sigue luchando de manera pacífica. El video (http://www.youtube.com/watch?v=Kt_B6zufbFs&feature=related) fue realizado por estudiantes de la Universidad de Antioquia que defienden la educación pública. En mi caso personal, pasar por la universidad pública me permitió, de un lado, tener una formación de calidad y, de otro, darme cuenta de que sin los dineros públicos, el 70% de las personas que allí estudian no podría acceder a la educación superior. Vivo en Europa desde hace varios años y aquí pude conocer un poco de lo que es el verdadero Servicio Público: que te atiendan en un hospital sin llevar un euro en el bolsillo, que te ofrezcan buena educación en las instituciones públicas, que haya acceso a la recreación y al deporte a precios módicos, etc. En Colombia solo conocí lo que quedaba del legado que dejaron los “30 Gloriosos” (y el Estado benefactor), esas tres décadas que tuvieron el privilegio de vivir los nacidos en los años 50, quienes en su juventud encontraban trabajos para toda la vida. A mí me tocó la transición al devastador modelo económico actual, donde la solidaridad ya es cosa de unos pocos marginados: asociaciones, fundaciones, ONG’s, sindicalistas, algunos periodistas, maestros y políticos… Lo poco que me tocó del Servicio Público colombiano fue la educación universitaria, donde pagué poco y recibí mucho. La noción de “lo público” la aprendí bien lejos de nuestro querido país, en el cual estamos acostumbrados a luchar cada uno por su lado para solventar los problemas y necesidades personales día a día sin mucha perspectiva de futuro. No es de extrañar, pues, que quien tenga los medios en Colombia se pueda pagar, por solo mencionar tres necesidades básicas, estudios, medicina y vivienda de cierta calidad. El que no tenga cómo, a la mano de Dios y el Espíritu Santo. En Francia, por ejemplo, país que tuvo que construirse un espíritu solidario para derrotar a las fuerzas Nazis, se instauró un Servicio Público basado en la repartición equitativa de las riquezas de la Nación, según los ingresos y las necesidades de cada uno. No estoy diciendo que en ese país se encuentre el paraíso, ni mucho menos. Aquí desde hace 30 años se vienen desmontando todos los logros sociales que se consiguieron antes de la Guerra y después de ésta, tras la victoria sobre Hitler. Hoy, en el contexto de la crisis actual, hay fuerzas políticas y financieras que desmantelan lenta pero eficazmente y en democracia el sistema de solidaridad que ha hecho de Europa un continente ejemplar en materia social. Esto bajo la excusa de que el Estado no puede ser paternalista y de que no tiene por qué encargarse de los mantenidos y los perezosos. Por ejemplo, el saliente director del Banco Central Europeo (ubicado en Fráncfort, Alemania), el francés (y neoliberal) Jean Claude Trichet, quien en una entrevista a principios de este mes de octubre con el periodista François Ruffin de la estación radial France Inter (http://www.la-bas.org/article.php3?id_article=2266&var_recherche=banque+centrale), aseguró que la Eurozona (17 países) y especialmente Italia, España y Portugal, “deberían” poner en marcha reformas estructurales que privilegiaran la flexibilidad de los salarios, el aumento de las semanas de cotizaciones pensionales, los acuerdos empresariales en detrimento de los acuerdos entre sectores/ramas profesionales, y la privatización de los pocos servicios que aún quedan en manos de los Estados miembros de la eurozona. Esto con el fin de “salir de la recesión y equilibrar los presupuestos”. En cambio, el mismo Trichet, junto con el FMI, lanzó un plan para ayudar a los bancos europeos facilitándoles millones de euros sin ni siquiera advertirles explícitamente de que ese dinero tendría que invertirse bien y no en productos tóxicos u operaciones especulativas, como se ha hecho hasta ahora. Vemos, pues, que aquí en Europa un señor que nadie eligió democráticamente da “sugerencias” en materia de decisiones de política económica a los gobiernos, las cuales, al aplicarse, afectan a los más humildes y favorecen a los poderosos y a los que nos metieron en esta situación (no olvidemos que por seguir esos consejos JLR Zapatero, quien era de izquierda terminó ejecutando medidas impopulares de derecha (http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/09/110901_espana_derechas_izquierdas_constitucion_reforma_fp.shtml), y que el famoso banco Goldman Sachs, que ahora recibe ayudas públicas, ayudó a hacer trampa en sus cuentas a los corruptos dirigentes griegos, quienes llevaron a ese país en la situación actual (http://www.courrierinternational.com/article/2010/02/18/comment-wall-street-a-aide-la-grece-a-tricher). Para terminar la entrevista, François Ruffin le pregunta al señor Trichet si no le parece inmoral que él gane 362 mil euros al año (más de 76 millones de pesos al mes) mientras les está pidiendo a los europeos que se aprieten el cinturón para salir de la crisis. Éste respondió que él acepta el salario que le asignaron las autoridades europeas, que él paga impuestos y que la gente preparada y competente debe ser bien pagada. Así pues, en Colombia deberíamos atender a las palabras de este señor y no dejar a tanta gente preparada y competente ganando salarios de miseria. Así quizá puedan pagar los créditos educativos…
En el libro ¡Basta de Historias! (Ed. Vintage Español, 2010) del periodista argentino Andrés Oppenheimer, el autor, que por cierto ataca abiertamente gobiernos y asociaciones de izquierda y alaga mucho la derecha, sostiene que para que para resolver el problema de la pobreza y salir de la crisis actual, América Latina tiene que hacer de la educación su prioridad. Estoy completamente de acuerdo, sobre todo cuando dice que la profesión de maestro debería estar entre las mejores pagadas en cualquier sociedad y que su formación debería ser de alta calidad. Empero, si acepto el diagnóstico, estoy menos convencido por la mayoría de sus soluciones. Por un lado, reconoce que el modelo finlandés, país pequeño y rico, es muy bueno pero concluye que no va a durar mucho porque el Estado de bienestar de ese país no podrá seguir en pie por muchos años más. Así, Oppenheimer se vuelca hacia países como China, Singapur, Brasil y otros que eran considerados pobres y que se están “desarrollando” a grandes pasos. Su argumento no me cuadra porque se basa en la noción de crecimiento económico para solucionar el problema de la pobreza. Afirma que la educación es la que ayuda a un país a crecer económicamente; se necesitan más ingenieros, mejores maestros e investigadores y menos sociólogos y psicólogos. Su razonamiento parte, pues, de que la solución a los problemas es crecer, montar empresas, emprender, producir, patentar nuevos productos o inventos. Visión completamente materialista y consumista. Más ingenieros que produzcan y menos estudiantes de ciencias humanas que piensen. Más individualismo emprendedor que “genere riqueza y progreso” y menos solidaridad colectiva. No es de sorprender que al hablar de los países emergentes solo ventile “las buenas cifras” del empleo y del enriquecimiento de su población y, en cambio, no diga mucho sobre la destrucción acelerada del paneta que están provocando esos mismos países, sobre todo China, India y Brasil, en esa búsqueda desenfrenada por “el crecimiento”. Sin hablar del precio que pagan los obreros de esos países por mantener un crecimiento sostenido de (no olvidemos que los “lideres” de este mundo alzan la voz y sancionan solo ciertas dictaduras o supuestas dictaduras. ¿Por qué no harán lo mismo con China, Siria, Bahréin…?). Oppenheimer alaba las maravillas conseguidas por las políticas en materia de crecimiento económico de la dictadura de Singapur pero dice que no desea ese modelo para América latina por ser un modelo que se ha conseguido a golpe de represión de la ciudadanía. Lo que sorprende en la posición de este periodista es que para desaprobar un modelo se basa en el tipo de gobierno que tenga el país en cuestión y no tanto en las medidas que pone en práctica. Si es una dictadura o una “dictadura”, desaprueba gran parte de su accionar solo por el hecho de que no está de acuerdo con su gobierno. Por ejemplo, describe con mucho entusiasmo que hay países asiáticos (incluso poco democráticos) donde los estudiantes de primaria y bachillerato estudian, voluntaria o involuntariamente, hasta doce horas al día, ya sea en escuelas o en centros de apoyo. Todo eso para que sean más competitivos. Si esos jóvenes crecen bajo un gobierno dictatorial, rechaza ese gobierno pero no dice mucho sobre el hecho de que estudien doce o más horas al día. Al contrario, parece que lo apoya ya que a los latinos nos trata de perezosos porque estudiamos menos. ¿Que estudiemos/trabajemos todos doce horas o más al día y que vivamos para trabajar es lo que quiere el señor Oppenheimer para hacer progresar a América latina? Viendo la crisis que hay en Chile ahora nos damos cuenta de que tan solo un año después de la publicación de su libro, sus soluciones se están desmoronando (http://www.elpais.com/articulo/internacional/lucha/educacion/publica/intensifica/calles/Chile/elpepiint/20111015elpepiint_6/Tes). En efecto, cita a Chile como modelo a seguir en el continente y alaba al presidente Piñera por sus buenos propósitos y políticas en cuanto a la educación y el crecimiento económico. Muy diferente piensan los manifestantes que desde enero se han volcado a las calles de ese país.
Otra de las propuestas lógicas de Oppenheimer para salir del atolladero es que la gente pague para educarse. Creo que se podría trabajar en esa propuesta pero debería ser como se hace en las universidades públicas colombianas: pagar según sus ingresos. Este periodista sostiene (aunque muchos colombianos pensemos que la educación en Colombia, con un presupuesto que en los países desarrollados causaría risa, no está tan lejos de lo que hemos visto en muchas universidades francesas/europeas) que la educación en América latina debe mejorarse mucho y que tenemos que ser “más humildes” y adoptar las ideas que nos vienen de los países emergentes y de las grandes potencias. Y para ello hay que pagar, claro está, para lo cual, en un país como Colombia, hay que endeudarse. Si estamos en una sociedad donde hay empleo y uno al graduarse puede pagar el dinero prestado, por qué no. Eso ocurre en muchos países. Pero si no hay trabajo ni para los profesionales graduados, con experiencia y a menudo con maestrías y títulos extranjeros, y cuando lo hay los salarios dan tristeza, ¿qué pueden esperar los jóvenes que están haciendo pregrados?
Me parece, entonces, que hay que dejar de lado esa idea de que la privatización y los créditos son la solución. La deuda pública y la deuda de los pobres en EEUU (subprimes) son precisamente las que nos tienen en la crisis actual. Últimamente de Francia han salido varios premios Nobel (científicos, y no solo escritores…), casi todos ellos funcionarios de los centros de investigación públicos de este país. Así que no creamos que la única solución para sacar a un país adelante está solamente en el sector privado. Hay que vincular de manera estratégica el sector privado con el sector público sin dejar que sean las grandes empresas o los grupos financieros los que dicten las reglas porque ya sabemos la gran mayoría que lo buscan en el enriquecimiento al precio que sea.
Yo no soy economista ni político y por eso no propongo soluciones, pero creo que hay gente que sí lo es que y que propone medidas que se vienen desoyendo desde hace años. Me parece que hay que darle la palabra y el poder a esas voces “disonantes” para el modelo actual (http://www.youtube.com/watch?v=qzwYDOjbzGg).
Por todo esto y por lo que he visto y vivido en estos últimos años, me siento en la obligación de expresar mi solidaridad con los autores del video y con los cientos de miles de anónimos que ellos representan. Es grato saber que se están utilizando la creatividad y las nuevas tecnologías para promover la toma de conciencia en el país. A mí me sorprendió y me dio gusto saber que hay gente que se mueve, da la cara y habla con sinceridad, cosa que, en mi opinión, no hicieron los jóvenes que se prestaron para hacer el video (http://www.youtube.com/watch?v=TvFdJV_2NF0) que salió a desvirtuar el mensaje en contra de la reforma de la educación superior en el país. Ese segundo video, al mejor estilo de JJ Rendón, fue hecho de manera fríamente calculada (vean el muy diciente corazoncito “Colombia es Pasión” en el cuello de una de las muchachas que habla en ese video) para desmontar en más de ocho minutos lo que los jóvenes de la de Antioquia habían podido transmitir en solo tres y medio.
Por último, quiero subrayar un hecho que me ha llamado mucho la atención últimamente. Desde hace unos cuatro años me he dado cuenta que vienen muchos estudiantes chilenos, mexicanos y venezolanos con becas de hasta 1200 euros mensuales (por uno o dos años). No sé bajo qué criterios serán seleccionados. En todo caso, un venezolano me dijo hace unos meses que sin esa beca él nunca habría podido hacer estudios fuera. Algo curioso es que casi todos ellos regresan a su país después de cumplir con sus objetivos aquí. Pero eso no es lo que me tiene sorprendido. Desde hace dos años más o menos también veo cada vez más colombianos en Francia. Son casi todos estudiantes de ingeniería (de universidades privadas y públicas) que se vinieron porque sus universidades firmaron convenios con establecimientos franceses. Y no llegan a cualquier universidad, llegan a las mejores pues aquí las escuelas de ingenieros forman parte de la élite dentro del sistema de educación superior. A diferencia de los estudiantes de los tres países que cité (cuyos gobiernos no son todos de izquierda), los colombianos se vienen o endeudados o con fondos propios. ¿Será que en Colombia hay menos recursos que en esos tres países de América latina, o será más bien una cuestión de política? No sé. En todo caso, también hay que anotar que muchos colombianos, muchas veces contar su voluntad, no regresan inmediatamente después de terminar sus estudios aquí. ¿Qué encontrarán en Europa que Colombia no les ofrece? Tampoco sé. En todo caso, Europa y en particular Francia están plagadas de males y de problemas sociales, económicos y raciales. No obstante, gracias a las luchas de miles de franceses y al valor de la solidaridad que no han dejado extinguir, un año de educación universitaria pública sigue costando 500 euros (incluso los estudios doctorales). ¿Será por eso que hay tanto colombiano estudiando en estas tierras? Habrá que preguntarles.
Aquí se vienen elecciones y espero que haya un cambio de presidente en este país que poco a poco se ha vuelto mi segunda patria. Estamos, entonces, todos unidos con un solo objetivo en mente, aunque me quito el sombrero ante quienes en Colombia elevan su voz con dignidad a sabiendas de que la violencia se la puede acallar para siempre en cualquier esquina.
PD: Les encimo un comentario que me envió un colombiano que investiga en el extranjero:
Te comento algo que me pasó hace poco aquí, la universidad para la que trabajo aquí tiene relaciones con América Latina y por lo tanto invitaron a una senadora colombiana, así que me solicitaron que estuviese en la reunión que tenían programada para esta persona. Fui solo con un objetivo decirle que en Colombia no hay las condiciones para regresar y lo hice. Le dije que era egresado de la Universidad Nacional y que no entendía cómo era posible que pensaran en privatización. Ella simplemente me contestó, eso es otro cuento, “la Universidad Nacional no tiene gente buena, a excepción de personas como tú pero hay un poco de vagos allí”. Yo le contesté que si yo no hubiese estudiado en la Nacional no hubiese llegado a conseguir lo que he hecho. Ella me dijo que Colombia necesita en este momento gente preparada como yo y que debería volver. Yo le dije mientras no haya políticas que garanticen una buena condición profesional, no volveré y hay muchos que he conocido que no volverán pues Colombia no ofrece nada. Y todo terminó ahí porque ella dijo “de todas formas la privatización tiene que hacerse y se va a hacer”.
En el libro ¡Basta de Historias! (Ed. Vintage Español, 2010) del periodista argentino Andrés Oppenheimer, el autor, que por cierto ataca abiertamente gobiernos y asociaciones de izquierda y alaga mucho la derecha, sostiene que para que para resolver el problema de la pobreza y salir de la crisis actual, América Latina tiene que hacer de la educación su prioridad. Estoy completamente de acuerdo, sobre todo cuando dice que la profesión de maestro debería estar entre las mejores pagadas en cualquier sociedad y que su formación debería ser de alta calidad. Empero, si acepto el diagnóstico, estoy menos convencido por la mayoría de sus soluciones. Por un lado, reconoce que el modelo finlandés, país pequeño y rico, es muy bueno pero concluye que no va a durar mucho porque el Estado de bienestar de ese país no podrá seguir en pie por muchos años más. Así, Oppenheimer se vuelca hacia países como China, Singapur, Brasil y otros que eran considerados pobres y que se están “desarrollando” a grandes pasos. Su argumento no me cuadra porque se basa en la noción de crecimiento económico para solucionar el problema de la pobreza. Afirma que la educación es la que ayuda a un país a crecer económicamente; se necesitan más ingenieros, mejores maestros e investigadores y menos sociólogos y psicólogos. Su razonamiento parte, pues, de que la solución a los problemas es crecer, montar empresas, emprender, producir, patentar nuevos productos o inventos. Visión completamente materialista y consumista. Más ingenieros que produzcan y menos estudiantes de ciencias humanas que piensen. Más individualismo emprendedor que “genere riqueza y progreso” y menos solidaridad colectiva. No es de sorprender que al hablar de los países emergentes solo ventile “las buenas cifras” del empleo y del enriquecimiento de su población y, en cambio, no diga mucho sobre la destrucción acelerada del paneta que están provocando esos mismos países, sobre todo China, India y Brasil, en esa búsqueda desenfrenada por “el crecimiento”. Sin hablar del precio que pagan los obreros de esos países por mantener un crecimiento sostenido de (no olvidemos que los “lideres” de este mundo alzan la voz y sancionan solo ciertas dictaduras o supuestas dictaduras. ¿Por qué no harán lo mismo con China, Siria, Bahréin…?). Oppenheimer alaba las maravillas conseguidas por las políticas en materia de crecimiento económico de la dictadura de Singapur pero dice que no desea ese modelo para América latina por ser un modelo que se ha conseguido a golpe de represión de la ciudadanía. Lo que sorprende en la posición de este periodista es que para desaprobar un modelo se basa en el tipo de gobierno que tenga el país en cuestión y no tanto en las medidas que pone en práctica. Si es una dictadura o una “dictadura”, desaprueba gran parte de su accionar solo por el hecho de que no está de acuerdo con su gobierno. Por ejemplo, describe con mucho entusiasmo que hay países asiáticos (incluso poco democráticos) donde los estudiantes de primaria y bachillerato estudian, voluntaria o involuntariamente, hasta doce horas al día, ya sea en escuelas o en centros de apoyo. Todo eso para que sean más competitivos. Si esos jóvenes crecen bajo un gobierno dictatorial, rechaza ese gobierno pero no dice mucho sobre el hecho de que estudien doce o más horas al día. Al contrario, parece que lo apoya ya que a los latinos nos trata de perezosos porque estudiamos menos. ¿Que estudiemos/trabajemos todos doce horas o más al día y que vivamos para trabajar es lo que quiere el señor Oppenheimer para hacer progresar a América latina? Viendo la crisis que hay en Chile ahora nos damos cuenta de que tan solo un año después de la publicación de su libro, sus soluciones se están desmoronando (http://www.elpais.com/articulo/internacional/lucha/educacion/publica/intensifica/calles/Chile/elpepiint/20111015elpepiint_6/Tes). En efecto, cita a Chile como modelo a seguir en el continente y alaba al presidente Piñera por sus buenos propósitos y políticas en cuanto a la educación y el crecimiento económico. Muy diferente piensan los manifestantes que desde enero se han volcado a las calles de ese país.
Otra de las propuestas lógicas de Oppenheimer para salir del atolladero es que la gente pague para educarse. Creo que se podría trabajar en esa propuesta pero debería ser como se hace en las universidades públicas colombianas: pagar según sus ingresos. Este periodista sostiene (aunque muchos colombianos pensemos que la educación en Colombia, con un presupuesto que en los países desarrollados causaría risa, no está tan lejos de lo que hemos visto en muchas universidades francesas/europeas) que la educación en América latina debe mejorarse mucho y que tenemos que ser “más humildes” y adoptar las ideas que nos vienen de los países emergentes y de las grandes potencias. Y para ello hay que pagar, claro está, para lo cual, en un país como Colombia, hay que endeudarse. Si estamos en una sociedad donde hay empleo y uno al graduarse puede pagar el dinero prestado, por qué no. Eso ocurre en muchos países. Pero si no hay trabajo ni para los profesionales graduados, con experiencia y a menudo con maestrías y títulos extranjeros, y cuando lo hay los salarios dan tristeza, ¿qué pueden esperar los jóvenes que están haciendo pregrados?
Me parece, entonces, que hay que dejar de lado esa idea de que la privatización y los créditos son la solución. La deuda pública y la deuda de los pobres en EEUU (subprimes) son precisamente las que nos tienen en la crisis actual. Últimamente de Francia han salido varios premios Nobel (científicos, y no solo escritores…), casi todos ellos funcionarios de los centros de investigación públicos de este país. Así que no creamos que la única solución para sacar a un país adelante está solamente en el sector privado. Hay que vincular de manera estratégica el sector privado con el sector público sin dejar que sean las grandes empresas o los grupos financieros los que dicten las reglas porque ya sabemos la gran mayoría que lo buscan en el enriquecimiento al precio que sea.
Yo no soy economista ni político y por eso no propongo soluciones, pero creo que hay gente que sí lo es que y que propone medidas que se vienen desoyendo desde hace años. Me parece que hay que darle la palabra y el poder a esas voces “disonantes” para el modelo actual (http://www.youtube.com/watch?v=qzwYDOjbzGg).
Por todo esto y por lo que he visto y vivido en estos últimos años, me siento en la obligación de expresar mi solidaridad con los autores del video y con los cientos de miles de anónimos que ellos representan. Es grato saber que se están utilizando la creatividad y las nuevas tecnologías para promover la toma de conciencia en el país. A mí me sorprendió y me dio gusto saber que hay gente que se mueve, da la cara y habla con sinceridad, cosa que, en mi opinión, no hicieron los jóvenes que se prestaron para hacer el video (http://www.youtube.com/watch?v=TvFdJV_2NF0) que salió a desvirtuar el mensaje en contra de la reforma de la educación superior en el país. Ese segundo video, al mejor estilo de JJ Rendón, fue hecho de manera fríamente calculada (vean el muy diciente corazoncito “Colombia es Pasión” en el cuello de una de las muchachas que habla en ese video) para desmontar en más de ocho minutos lo que los jóvenes de la de Antioquia habían podido transmitir en solo tres y medio.
Por último, quiero subrayar un hecho que me ha llamado mucho la atención últimamente. Desde hace unos cuatro años me he dado cuenta que vienen muchos estudiantes chilenos, mexicanos y venezolanos con becas de hasta 1200 euros mensuales (por uno o dos años). No sé bajo qué criterios serán seleccionados. En todo caso, un venezolano me dijo hace unos meses que sin esa beca él nunca habría podido hacer estudios fuera. Algo curioso es que casi todos ellos regresan a su país después de cumplir con sus objetivos aquí. Pero eso no es lo que me tiene sorprendido. Desde hace dos años más o menos también veo cada vez más colombianos en Francia. Son casi todos estudiantes de ingeniería (de universidades privadas y públicas) que se vinieron porque sus universidades firmaron convenios con establecimientos franceses. Y no llegan a cualquier universidad, llegan a las mejores pues aquí las escuelas de ingenieros forman parte de la élite dentro del sistema de educación superior. A diferencia de los estudiantes de los tres países que cité (cuyos gobiernos no son todos de izquierda), los colombianos se vienen o endeudados o con fondos propios. ¿Será que en Colombia hay menos recursos que en esos tres países de América latina, o será más bien una cuestión de política? No sé. En todo caso, también hay que anotar que muchos colombianos, muchas veces contar su voluntad, no regresan inmediatamente después de terminar sus estudios aquí. ¿Qué encontrarán en Europa que Colombia no les ofrece? Tampoco sé. En todo caso, Europa y en particular Francia están plagadas de males y de problemas sociales, económicos y raciales. No obstante, gracias a las luchas de miles de franceses y al valor de la solidaridad que no han dejado extinguir, un año de educación universitaria pública sigue costando 500 euros (incluso los estudios doctorales). ¿Será por eso que hay tanto colombiano estudiando en estas tierras? Habrá que preguntarles.
Aquí se vienen elecciones y espero que haya un cambio de presidente en este país que poco a poco se ha vuelto mi segunda patria. Estamos, entonces, todos unidos con un solo objetivo en mente, aunque me quito el sombrero ante quienes en Colombia elevan su voz con dignidad a sabiendas de que la violencia se la puede acallar para siempre en cualquier esquina.
PD: Les encimo un comentario que me envió un colombiano que investiga en el extranjero:
Te comento algo que me pasó hace poco aquí, la universidad para la que trabajo aquí tiene relaciones con América Latina y por lo tanto invitaron a una senadora colombiana, así que me solicitaron que estuviese en la reunión que tenían programada para esta persona. Fui solo con un objetivo decirle que en Colombia no hay las condiciones para regresar y lo hice. Le dije que era egresado de la Universidad Nacional y que no entendía cómo era posible que pensaran en privatización. Ella simplemente me contestó, eso es otro cuento, “la Universidad Nacional no tiene gente buena, a excepción de personas como tú pero hay un poco de vagos allí”. Yo le contesté que si yo no hubiese estudiado en la Nacional no hubiese llegado a conseguir lo que he hecho. Ella me dijo que Colombia necesita en este momento gente preparada como yo y que debería volver. Yo le dije mientras no haya políticas que garanticen una buena condición profesional, no volveré y hay muchos que he conocido que no volverán pues Colombia no ofrece nada. Y todo terminó ahí porque ella dijo “de todas formas la privatización tiene que hacerse y se va a hacer”.