Ahora que estamos en pleno cónclave para la elección del nuevo Papa de la Iglesia Católica y después de ver una película en español (una más) donde un sacerdote tiene una relación con una mujer, cabe preguntarse si es un fenómeno cinematográfico o un reflejo de la realidad.
En los últimos siete años ya son cinco las películas hispanoamericanas donde se muestra de manera abierta las relaciones entre sacerdotes y mujeres de sus comunidades respectivas. La primera que vi fue El crimen del padre Amaro, película mexicana de 2002 que vi por primera vez en 2006, protagonizada por Gael García Bernal y Ana Claudia Talancón. Como su nombre lo indica, hay un crimen provocado por la relación entre el recién llegado padre Amaro y una feligresa del pueblo, Amalia. A su vez, el jefe de Amaro, el padre Benito, tiene una relación clandestina con la madre de Amalia. Aunque está ambientada en la época contemporánea, la película es una adaptación de una novela portuguesa de finales del siglo diecionueve. Con lo cual, el tema no nació ayer.
Luego vi, en 2009, La pasión de Gabriel, película colombiana protagonizada por Andrés Parra y María Cecilia Sánchez. La historia pasa en un pueblo perdido en el campo repleto de guerrilla (no pude dejar de comparar la última imagen de la película con la última imagen que tenemos del Che Guevara).
Más recientemente, (este año, para ser más precisos) he visto tres películas que tratan indirectamente el tema de las relaciones prohibidas entre religiosos y feligresas. Y no es que haya buscado esta temática sino que di con ella de pura casualidad. Dado que me interesa el tema de la religión en los países de Hispanoamérica, siempre me llaman la atención las películas donde son protagonistas los religiosos, ya sean hombres o mujeres.
Así que este año comencé por los Girasoles Ciegos. Sabía que era una película ambientada en la España franquista de los años 30-40 del siglo pasado. Empero, no me esperaba en absoluto encontrarme con un religioso obsesionado con una mujer del pueblo. Luego, me vi la Buena Nueva, muy similar a los Girasoles Ciegos pero ideológicamente opuesta. En efecto, el religioso (Raúl Arévalo) de la primera es franquista, mientras que el de la segunda (Unax Ugalde), es neutral al principio y anti franquista al final. En todo caso, en ambas hay, entre otras cosas, una mujer de por medio. La quinta y última es Elefante Blanco, película argentina de 2012 en la que uno de los sacerdotes (Jéremie Renier), se pregunta “¿cómo hago para que mi vocación conviva con el deseo de tener una familia?
Así pues, en todas estas películas se pone en evidencia directa o indirectamente el dilema que viven muchos religiosos católicos por causa de tres pasiones: su vocación y compromiso con la Iglesia, su compromiso (ideológico) con la sociedad/comunidad basados en su propia interpretación del Evangelio, y sus instintos masculinos.
Lejos de ser historias ficticias, sabemos que hay mucho de real en ellas, por lo cual, la pasión de Gabriel y de estos sacerdotes no es, pues, doble, sino triple.
En los últimos siete años ya son cinco las películas hispanoamericanas donde se muestra de manera abierta las relaciones entre sacerdotes y mujeres de sus comunidades respectivas. La primera que vi fue El crimen del padre Amaro, película mexicana de 2002 que vi por primera vez en 2006, protagonizada por Gael García Bernal y Ana Claudia Talancón. Como su nombre lo indica, hay un crimen provocado por la relación entre el recién llegado padre Amaro y una feligresa del pueblo, Amalia. A su vez, el jefe de Amaro, el padre Benito, tiene una relación clandestina con la madre de Amalia. Aunque está ambientada en la época contemporánea, la película es una adaptación de una novela portuguesa de finales del siglo diecionueve. Con lo cual, el tema no nació ayer.
Luego vi, en 2009, La pasión de Gabriel, película colombiana protagonizada por Andrés Parra y María Cecilia Sánchez. La historia pasa en un pueblo perdido en el campo repleto de guerrilla (no pude dejar de comparar la última imagen de la película con la última imagen que tenemos del Che Guevara).
Más recientemente, (este año, para ser más precisos) he visto tres películas que tratan indirectamente el tema de las relaciones prohibidas entre religiosos y feligresas. Y no es que haya buscado esta temática sino que di con ella de pura casualidad. Dado que me interesa el tema de la religión en los países de Hispanoamérica, siempre me llaman la atención las películas donde son protagonistas los religiosos, ya sean hombres o mujeres.
Así que este año comencé por los Girasoles Ciegos. Sabía que era una película ambientada en la España franquista de los años 30-40 del siglo pasado. Empero, no me esperaba en absoluto encontrarme con un religioso obsesionado con una mujer del pueblo. Luego, me vi la Buena Nueva, muy similar a los Girasoles Ciegos pero ideológicamente opuesta. En efecto, el religioso (Raúl Arévalo) de la primera es franquista, mientras que el de la segunda (Unax Ugalde), es neutral al principio y anti franquista al final. En todo caso, en ambas hay, entre otras cosas, una mujer de por medio. La quinta y última es Elefante Blanco, película argentina de 2012 en la que uno de los sacerdotes (Jéremie Renier), se pregunta “¿cómo hago para que mi vocación conviva con el deseo de tener una familia?
Así pues, en todas estas películas se pone en evidencia directa o indirectamente el dilema que viven muchos religiosos católicos por causa de tres pasiones: su vocación y compromiso con la Iglesia, su compromiso (ideológico) con la sociedad/comunidad basados en su propia interpretación del Evangelio, y sus instintos masculinos.
Lejos de ser historias ficticias, sabemos que hay mucho de real en ellas, por lo cual, la pasión de Gabriel y de estos sacerdotes no es, pues, doble, sino triple.